Lo que esfuma mi temor

Esto lo escribí hace casi dos años, y es igual de relevante y confortador como en aquel entonces. 

«Fiel es Dios, por medio de quien fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo, Señor nuestro». (1 Corintios 1:9)

Para los seres humanos, la fidelidad es una cualidad valorada y escasa, buscada y ausente en nuestras relaciones. A veces pensamos que alguien es fiel y luego abrimos los ojos para darnos cuenta de que no es así, o tal vez sí, o tal vez no… La fidelidad se relaciona con la constancia, con la inalterabilidad, y esos no son atributos muy humanos. Somos inconstantes y cambiantes, misteriosos y falsos; y lo peor es que, o no nos damos cuenta, o nos rehusamos a admitirlo. Sin embargo, soñamos y buscamos incansablemente a esa persona—en la mayoría de casos, una pareja pero creo que empieza desde mucho antes con las amistades—que será constante, inalterable, sincera y transparente, y que nos amará como somos y estará a nuestro lado sin fallar.

Y pronto nos decepcionamos. No obstante, no debo ser rápida en señalar con el dedo al otro, pues debo reconocer que en muchas ocasiones—y en otras no me habré dado cuenta—yo he sido la inconstante, la misteriosa y la falsa. Somos pecadores, somos frágiles y nuestro corazón es engañoso y perverso.

Sin embargo, esa no es toda la historia. Sobre ese panorama negro resplandece el carácter del Dios verdadero, el Dios Trino que existe en tres personas una las cuales es el Hijo, nuestro Redentor. Nuestro Señor es fiel, constante, inamovible e inmutable.

Es parte de su carácter, de quien Él es. Por eso el Señor es nuestra única Roca porque es fiel y constante en su amor, en sus palabras y en sus obras. Por eso, nadie jamás confió en Él en vano, como escribió Arthur W. Pink. Cuando traemos esto a nuestra mente con frecuencia, entendemos que podemos confiar en Él plenamente y únicamente.

Y no solo esto, sino que por el Espíritu Santo, Él obra en nosotros haciéndonos como Jesús, de modo que poco a poco, nosotros también podemos ser fieles. No perfectamente, pero si andamos con Dios, lentamente nos asemejaremos a Él cada vez más. Es por esta razón que los creyentes somos llamados fieles.

«Pablo, apóstol de Cristo Jesús por la voluntad de Dios: A los santos que están en Éfeso y que son fieles en Cristo Jesús:» (Efesios 1:1)

«De igual manera, las mujeres deben ser dignas, no calumniadoras, sino sobrias, fieles en todo». (1 Timoteo 3:11)

Cuando miro atrás a este año que termina y pienso en Dios, mi Señor, el adjetivo que viene a mi mente es fiel. Al final de este año, me veo en el tope de una montaña mirando hacia delante, a un sol que nace ¡cuánto implica eso! ¡cuántas sorpresas, alegrías, dolores, tropiezos, ausencias, deleites traerá! Y estar parada aquí sin la menor idea de ello, produce temor. Mucho temor mientras más lo pienso. Entonces miro hacia mi Señor, leo quien Él me dice que es y quien he probado que es, veo Su ternura en mi vida y recuerdo que Él seguirá así porque es fiel. Y entonces el temor se esfuma. Allá delante está lo desconocido, donde Dios sigue siendo fiel. Para siempre.

Señor, Tú realmente eres y has sido fiel. Eres constante en tu amor y no defraudas la confianza depositada en Ti. Tu gran bondad, compasión, la multitud de tus misericordias y tu amor han sido grandes y evidentes para conmigo. Me redimiste, y cada día tus misericordias se han renovado en mi vida. Tu amor, ternura y sabiduría me maravillan.

y de Jesucristo, el testigo fiel, el primogénito de los muertos y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos ama y nos libertó de nuestros pecados con su sangre... Y vi el cielo abierto, y he aquí, un caballo blanco; el que lo montaba se llama Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y hace la guerra. (Apocalipsis 1:5; 19:11) 

Las misericordias del Señor recordaré, las alabanzas del Señor,
Conforme a todo lo que nos ha otorgado el Señor,
Por Su gran bondad hacia la casa de Israel,
Que les ha otorgado conforme a Su compasión
Y conforme a la multitud de Sus misericordias.
… Y Él fue su Salvador. (Isaías 63:7-8)