Preparándome para la Cena del Señor


 


Debido a la pandemia, desde marzo de este año no celebrábamos la Cena del Señor en mi iglesia. Por fin, seis meses después, el domingo pasado pudimos celebrarla.

Una de mis oraciones constantes respecto a la Cena del Señor es que Dios me dé un mayor entendimiento de ella, de mi actitud al prepararme y de mi actitud al momento de celebrarla. Es un momento solemne, introspectivo pero también es triunfal y comunitario. No debe ser tomado a la ligera, y le he pedido mucho al Señor que no lo hiciera. Sin embargo, como en muchas cosas, la costumbre tiende a jugar en nuestra contra. Hasta que llegó este tiempo en el que ya no podíamos tener la Cena del Señor cada mes como siempre había sido. 

Y en gran parte debido a ello, el domingo pasado experimenté una anticipación y una dedicación a este momento como no recuerdo haber tenido en mi vida cristiana. Y quiero recordarlo para que esta no sea la única Santa Cena que sea especial; la única a la que me prepare, a la que le dedique mis pensamientos y sentimientos. Sino que, ahora que ya podemos volver a celebrarla cada mes, cada una sea un recordatorio especial, como Jesús nos mandó.  

Mientras comían, Jesús tomó pan, y habiéndolo bendecido, después de haber dado gracias, lo partió, y les dio a los discípulos, diciendo: «Tomen, coman; esto es Mi cuerpo que por ustedes es dado; hagan esto en memoria de Mí».

Y de la misma manera tomó la copa después de haber cenado, tomando una copa, y habiendo dado gracias, se la dio, diciendo: «Beban todos de ella»; y todos bebieron de ella.

Y les dijo: «Esta copa que es derramada por ustedes es Mi sangre del nuevo pacto, que es derramada por muchos para el perdón de los pecados. En verdad les digo, que ya no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día cuando lo beba nuevo con ustedes en el reino de Mi Padre». (1Mateo 26:26-29; Marcos 14:22-25; Lucas 22:19-20)

La Cena del Señor es una ordenanza (mandato) instituida por Jesús para:

  • El recuerdo perpetuo de Su sacrificio en su muerte
  • La confirmación de la fe de los creyentes en todos los beneficios de la misma
  • La alimentación espiritual y el crecimiento en Él de los creyentes2
  • Servir como una proclamación del Evangelio 
  • Gustar las promesas del Nuevo Pacto 
  • El auto-examen3 

  • Cada una de ellas sirve individualmente para meditar por mucho tiempo; pero en esas horas antes de la celebración de la Santa Cena, me sirvieron como marco para guiar mis pensamientos al momento de tomar los elementos: me llevaron a pensar en el costo y el significado de la obra de Jesús en la Cruz a mi favor, lo horrendo de mi pecado (aún remanente) por lo que Él debió pagar tan alto precio, a examinar mi pasión y amor por mi Señor y Salvador, a evaluar mis actitudes y pensamientos que no son conforme a la nueva vida en Él, y a una vez más poner en Jesús toda mi confianza para el perdón de mis pecados, un perdón que me ha sido dado para siempre. 

    Cabeza ensangrentada, herida por mi bien,
    de espinas coronada, por fe mis ojos ven;
    de todos despreciada, mi eterno bien será;
    por todas las edades mi ser te adorará.

    Te doy loor eterno, bendito Salvador,
    por tu dolor y muerte, por tu divino amor;
    Oh Salvador, deseo tu gracia conocer;
    Junto a tu cruz espero, Te entrego a ti mi ser.4 
     
    Estas son algunas reflexiones que me llevaron a meditar como nunca antes en esta hermosa celebración con mi Salvador. Aún me falta mucho por entender y profundizar. No obstante, hoy lo alabo por Su gracia para un momento especial de comunión íntima con el que dio su vida por mí, y que me llama a recordarlo y a celebrarlo mientras lo espero. Ven, Señor Jesús.

    1 Texto combinado como se presenta Johnston M. Cheney en The Life of Christ in Stereo: the Four Gospels Speak in Harmony. Western Conservative Baptist Seminary, 1976.
    2 Confesión de fe bautista de 1689
    3 Piper, John. Why We Eat the Lord's Supper, Part 3. Desiring God, 24 Aug. 2003. Acceso: 10 Oct 2020.
    4 Himnos De La Vida Cristiana, Christian Publications Alianza Cristiana y Misionera, 1967, p. #45.

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