Un pueblo del Libro

La era digital en la que vivimos ha traído numerosos beneficios: tenemos información al alcance de nuestra mano y podemos comunicarnos como nunca, sin límites por la distancia. No obstante, como con todas las cosas, también ha traído consigo ciertos aspectos a considerar: cada vez se nos hace más difícil concentrarnos en una sola tarea y consumimos mucho más información de la que podemos procesar. Haciendo eco de la frase de Blas Pascal sobre la incapacidad del ser humano de estarse quieto1, un estudio de la Universidad de Harvard mostró que personas de distintas edades se sentían fastidiados por pasar breves períodos de tiempo solos en una habitación sin nada que hacer más que pensar2  , la mayoría optaba por usar el celular o involucrarse en alguna actividad. Y esto no es un estudio aislado, el otro día una amiga comentaba que en Instagram cada vez se usan menos las leyendas o pies de fotos en las publicaciones, pues las personas tienden a no leerlos; así que en su lugar se escribe gráficamente textos breves dentro la misma publicación. Al parecer ya no nos cuesta solamente leer libros «largos» sino también publicaciones «largas» en las redes sociales.   

En contraste con ello, muchas de las prácticas que estimulan la fe de los que han llegado a ser hijos de Dios por la sangre de Jesús, requieren precisamente quietud, pensamiento, reflexión y pausas en nuestro día a día. Se ha dicho con frecuencia que somos un pueblo del Libro porque así es como Dios se revela a nosotros y es allí que le conocemos. Y no debemos ignorar que la época en la que vivimos y sus costumbres imperantes nos afectan, usualmente mucho más de lo que creemos, no somos inmunes a ellas. Si nos cuesta leer y preferimos ver videos, si un pie de página en una publicación de Instagram nos da pereza, no seamos ingenuos en pensar que nos concentramos sin problemas en leer nuestras Biblias y en orarle al Señor. 

No vilipendio nuestra época, creo que tiene muchas ventajas y estoy muy agradecida de vivir en la era de la información; y también pienso que, en cierta medida, esto es un problema de todas las épocas porque al final se trata de nuestro corazón caído. Sin embargo, aun así creo que son tendencias a las que hacemos bien en prestar atención, en recordar con frecuencia para examinarnos y hacer cambios. Por ejemplo, si somos un pueblo del Libro—y lo somos—¿soy yo una creyente del Libro? ¿Cómo está mi lectura de la Biblia? ¿Es un simple pasar mis ojos por ella y leerla cinco minutos en una aplicación electrónica? ¿Estoy alimentando mi alma con quien Dios es y lo que Él dice y cómo esto aplica a mi vida? ¿Y qué sobre la lectura de otros libros que estimulen mi alma y mi intelecto para que mis afectos por Dios sean encendidos? Creo que muchas veces nos sucede—así ha sido en algunos momentos de mi vida—que nos gusta la idea de leer, incluso investigamos y vemos videos sobre la lectura; pero al final la realidad es que los días y las semanas van pasando y no nos damos cuenta que esto es una mera ilusión, un deseo, y no sacamos tiempo para leer, en realidad no lo estamos haciendo porque, en última instancia, no es una prioridad en nuestra vida. 

No olvidemos la imagen del salmo 1:

Sino que en la ley del Señor está su deleite, 

Y en Su ley medita de día y de noche.

3 Será como árbol plantado junto a corrientes de agua,

Que da su fruto a su tiempo

Y su hoja no se marchita;

En todo lo que hace, prospera. (Salmos 1:2-3)

Esta conocida imagen dice que «medita en Su ley», es decir, piensa con detenimiento y con propósito acerca de ella. No es un simple pasar los ojos o marcar un cotejo en una agenda. Quizás miramos nuestra vida y es un correr de una actividad a otra, de una responsabilidad a la siguiente. ¿Qué podemos cambiar hoy? A veces es difícil pensar en hacer un reajuste completo de nuestra vida; en su lugar, podemos incluir pequeñas prácticas en nuestro día a día que van haciendo la diferencia. Por ejemplo: leer diez páginas a diario (o una cantidad mayor o menor dependiendo de tus circunstancias). El punto es dar un paso, esforzándonos por conocer al Señor y Él vendrá a nosotros como la lluvia de primavera que riega la tierra (Oseas 6:3).  

«La tarea más productiva y que más sanará tu alma es sentarte a los pies de Dios, adorarle, comunicarte con Él y disfrutarlo ¡eso no lo puedes apresurar3!».

Recursos recomendados:




1 «La infelicidad del hombre se basa solo en una cosa: que es incapaz de quedarse quieto en su habitación». Blas Pascal   3 Ortlund, Anne. Disciplines of a beautiful woman. Word Books; Reissue edition, 1985. 71

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